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Mateo era cobrador de impuestos en Cafarnaum: recaudaba las tasas que los judíos tenían que pagar a los romanos; como todos los que se dedicaban a ese oficio, era despreciado por el pueblo, que lo consideraba cercano a los opresores. Probablemente Mateo se había acostumbrado a ello; pero un día, cuando estaba sentado en su oficina, oyó una voz diferente. Un hombre le dijo solamente: “Sígueme”. Y él se levantó y lo siguió, para siempre. Ese hombre era Jesús, y la vida de Mateo nunca más volvió a ser como antes.
Un pecador que encuentra a Jesús
Leví ofreció un gran banquete a Jesús, que fue a su casa acompañado de sus discípulos, suscitando el desconcierto y las críticas de los escribas y los fariseos porque se sentaba a la mesa con recaudadores de impuestos y pecadores. La respuesta de Jesús impresionó a Mateo: “No tienen necesidad de médico los que están sanos, sino los que están enfermos”, dijo el Nazareno, añadiendo: “De hecho, no he venido a llamar a justos, sino a pecadores”. Mateo, que era un pecador, dejó todo y comenzó a seguir a Jesús, convirtiéndose en uno de los doce Apóstoles.
Créditos: Arquidiócesis de Caracas
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